Migas del Ángel formalizó su asociación a FEDECABA

La panificadora de Floresta es otra de esas empresas en las que el dueño, ante una posible quiebra, prefiere formar una cooperativa con sus empleados, para pasar a ser todos gestores de la producción y comercialización. En un marco político-económico de ajuste, crecen y asocian a nuevos compañeros.
A fines de 2015 la panificadora Migas del Ángel ya tenía problemas para mantenerse activa. El dueño les propuso a los empleados formar una cooperativa para gestionar en conjunto, de igual a igual, solidaria y democráticamente la empresa. 10 de los empleados aceptaron. “La plata no alcanzaba. Ángel nos propuso armar la cooperativa, pero con los compañeros no teníamos idea qué significaba eso. Nos fuimos interesando y aprendiendo poco a poco. Fue importante la ayuda de otras organizaciones también, como la de Hugo Cabrera de la Gráfica Campichuelo, que nos aconsejó y enseñó cómo andar por este camino”, reconoció Leonardo Maluff a la revista Acción. Leandro es hoy el presidente de la empresa, mientras continúa siendo cortador de pan. La fábrica no daba más, no podía pagar el tarifazo, las cargas sociales y patronales. “El patrón nos dijo que formásemos la cooperativa, que nos daba la materia prima y las máquinas, y le dimos para adelante. Y ahí arrancamos, de a poco”, contó. De los 11 fundadores, llegaron a ser hoy 20 asociados y están en proceso de incorporar a cinco compañeros más.
Pero así como 10 empleados aceptaron la propuesta, otros no. Cobraron lo que les correspondía y hoy, poco más de dos años después, quieren volver. En otras empresas no los contrataban porque son gente grande.
Para el presidente de Migas del Ángel, lo más importante de estar asociado a una cooperativa de trabajo es la estabilidad: “Pasás a depender de vos mismo. Cuando dependés del patrón, es su decisión: cuando quiere que funcione, funciona, cuando no, cierra y nos vamos todos a la calle. Eso es lo que más valoro. Sé que mañana tengo trabajo, pasado tengo trabajo. Antes no lo sabía. Ahora falta trabajo, por eso vuelven a llamar. Antes no pasaban a pedir trabajo”.
Leonardo cuenta que las panificadoras que no se hicieron cooperativa padecieron fuerte los aumentos en tarifas: triple de agua ($2000 a 6000), doble de electricidad ($4000 a 8000) y doble de gas ($7000 a 15000). Además, los cortes de luz: Los más breves significan una pérdida de 10 mil pesos, entre corte de la producción y lo que se echa a perder.
La cooperación los salvó. A diferencia de las empresas recuperadas que atravesaron un conflicto con el dueño, acá no hubo tiempo perdido ni desgaste psicológico. No tuvieron que empezar de cero, con clientes y proveedores que desconfiaran. “Nosotros seguimos trabajando igual y cada uno sabe hacer su labor”, explicó Leonardo.
Luis Ayala, el secretario de la cooperativa, que atiende a proveedores y clientes, agregó que la situación es la de siempre, solo que ahora están aprendiendo de cooperación, asociativismo y solidaridad: “Si uno tiene que irse temprano o necesita plata para unos remedios o porque se le rompió la heladera, lo podemos ayudar. Mi idea fue quedarme a probar y la verdad que estamos bien, y más si nos comparamos con otras empresas”.
Ahora necesitan un grupo electrógeno para prevenir las pérdidas que puede causar un corte de luz, y más de cara al próximo verano, época en la que las ventas de sandwiches de miga se duplican. No llegar con una producción, además, les puede significar la caída de un cliente de los que compran todo el año: hoteles, cadenas de cafeterías, restaurantes.